martes, 14 de octubre de 2008

Los amaneceres fueron nuestra cueva cuando cayó la noche

Lluéveme con rayos, atácame con nubes, y si quieres vísteme con nieve blanca. El sol consigue desnudarme las entrañas en primavera pero la niebla nunca enfría nuestro aliento. Los amaneceres fueron nuestra cueva cuando cayó la noche; pero esta noche, mis estrellas bajaran para observarte si me extrañas. Mi locura no encontrará ráfaga de viento capaz de navegarla entre tus mares de sueño bajo la luna y hasta ahora, tus susurros sonaron demasiado lejos.

Las gotas de la noche han desbordado su caudal, fluyen dentro mío, nuestro, de los dos.

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