domingo, 31 de agosto de 2008

Me desequilibran las miradas con sabor a mentiras













Me desequilibran las miradas. Todas susurran mentiras
detrás del iris y la mayoría no coinciden con las palabras que atraviesan la boca. Las mascaras son un entrar y salir del temor que nunca son capaces de mostrarse y tarde o temprano alguien consigue descifrar el lenguaje de los ojos.
Yo me arranqué la máscara desde hace mucho tiempo (aunque a veces me la sigo poniendo para sonreír).

[Hoy tiro la toalla de la vida, siempre tuve sangre entre las llagas del cuerpo.]

viernes, 15 de agosto de 2008

Otra noche más que casi caigo en nuestros sueños


Mis piernas no respondían y sentía que el amor me comía por dentro con fuerza y sin calor. Su mirada me acarició el pelo y volví a he charlo de menos. Me besó tantas veces que no pude remediar que su aliento me cegara el cuerpo. Desperté con una sobre dosis por sus labios de veneno y su aliento a caramelo entre sus brazos olor a miel. Ya No sentía mi corazón (supongo que momentos antes se abría fundido con el suyo), la respiración se me cortaba como las pausas de nuestros besos para coger aliento y solo pude decirle un te quiero antes de caer en la realidad.

sábado, 9 de agosto de 2008

Salir escalando peldaños

Salir, escapar de mi vida por un cartel de esos grandes luminosos sin puertas ni cerrojos. Correr y llegar hasta la sinceridad y si no hay hoteles para pasar la noche buscar un bungalow de sonrisas y nubes. Borrar con jabón las mentiras y los miedos, abrazar el sol y pedirle un beso. Saltar las estrellas caer al fango y despertarme entre la primavera repleta de flores azules. Cantar canciones con los auroras y quedarme a vivir en la luna.

lunes, 4 de agosto de 2008

Ayer rozamos la perfección

Me enlazo con tus sueños derretidos por delirios. Te grito un litro de agua fría, congelada, directa a tus poros. Te beso, me tocas, te acaricio, me relajo entre tu pecho mientras te arranco todas las penas de un tirón, dejas que hable el silencio y abrazas mi cintura. Nos fundimos como polos en calor aunque haga frío, nos convertimos en granos de arena caminando una playaa todavía sin dominar. Extraño tu piel aunque la tenga entre mi aliento, me susurras que eres mio y que nadie nos entiende, que te tengo para siempre mientras mis pupilas no dejan de discutir entre lagrimas. Tu te ciegas en la noche de carbón más dulce del mundo, te comes las estrellas, mi cielo, mi lluvia, nuestro mundo, el tuyo y el de todos. Te haces sentimiento entre mis dedos y me muero por rozarte aunque sepa que no te alcanzo. La duda vuelve a recorrer este cuerpo detrozado por raíces rotas y me creas un sol de color azul para no dañar mi vida, le cuelgas pilas de alkaline y conviertes en fuego mi alma.

viernes, 1 de agosto de 2008

Juego con las entrañas de su pelo.

Su cabello era tan brillante que hasta me costaba volver a mirarlo más de una vez. Cuando estaba revuelto me transportaba a las nubes, recuerdo que yo caía y él volvía a subirme sin cansarse, sin derrochar un suspiro o una gota de sudor por el esfuerzo. Sus ojos eran como perlas, que me mataban si lloraba o si me miraba con pena. De color de la pureza, del color de lo infinito multiplicado mil veces por mil. Nadie sabía nunca que quería decir con su mirada, a veces andaba perdida por un mar de esperanzas y secretos, como si estuviese en el vacío de lo más profundo del mundo, a veces era una mirada de esas que desgarran la piel a tiras y se te queda en carne viva, o solo, a veces, eran de esas que enamoran, que te dicen en un idioma que no conoces un te quiero sincero o un si te pierdo reviento. Su nariz una linea dibujada con el mejor lápiz que conozco, el de la vida, el de la perfección. Su cara no tenía ninguna marca de dolor, era blanca como la nieve y eso me encantaba. ¿Y qué decir de sus labios? Que rozaban la gloria y la doblaban. Rosados, apagados, cremosos y jugosos, blanditos pero siempre desprendían pasión. Sus palabras eran música para mis oídos, la mejor voz que pude escuchar de lo que estaba vivo o muerto, como si de un arcángel del Cielo se tratase. Era difícil de creer que cada sílaba que pronunciaban esos labios pudiesen llevar mi cuerpo hasta el letargo, a un sueño del que esperaba no despertar jamás.


Ni el mejor atardecer del mundo es más bello que tú.